domingo, 23 de febrero de 2014

LA LECTURA DE NOSOTROS QUE HACEN LOS DEMAS


El tiempo es un juez terriblemente cruel.
Cuando se mira hacia atrás se hacen lecturas distintas a las que se hacen en el día a día. Son lecturas implacables, pero probablemente más acertadas. Es ahí donde se traza una línea de actuación vital, probablemente la que dibuja nuestra verdadera personalidad.


Pongamos un ejemplo.
Imaginemos a esa modelo que va saltando de futbolista en futbolista hasta que engancha a uno en el altar o en el paritorio. La lectura global es clara. 
Podría darse el caso de que hubiese coincidido que todos sus novios –que jugaban al fútbol ganando millonadas- tuviesen una personalidad cada uno que encajase con lo que buscaba esta chica pero, francamente, parece poco probable.
El problema está en que estoy seguro de que, si se le hiciese pasar el detector de mentiras durante cada relación, se demostraría que la chica está realmente enamorada de cada uno de los jugadores. Sin embargo, está claro que hay un patrón inconsciente. 
Si definimos la sinceridad como el acto de no mentir y la honestidad como la búsqueda de la verdad, nuestra modelo está sinceramente enamorada pero siendo honesta, es una buscona…y todo el mundo lo sabe.

Esta es la clave del asunto; lo que sucede es que el consciente crea barreras con el inconsciente en forma de argumentaciones puntuales. Son argumentos que nos forzamos a creer porque es la única forma de afrontar decisiones que, cuando se agreguen en el largo plazo, conformarán una imagen de nosotros que no nos va a gustar, una imagen que probablemente los demás si que vean de forma clara.

Normalmente existe una línea de actuación, una línea clara que no apetece asumir porque pondría en evidencia con qué estamos realmente comprometidos. Se trata del compromiso con una serie de valores, se trata de nuestra línea ética.
Solo la gente con una ética limpia y transparente es capaz de dar explicaciones coherentes entre sí para todos los movimientos que hace en su vida. No conozco a muchos.

Por eso, no me valen las explicaciones del enésimo político X justificando su incorporación a la compañía eléctrica Y, ni las que me da ese tipo ambicioso para explicar porqué no le quedó más remedio que puentear a su jefe –por el bien de la Compañía, decía-, ni las de esa persona que siempre está rodeada de conflictos aunque tenga explicación para cada uno de ellos.
Seamos honestos; el político utilizó su cargo para prepararse un futuro en la empresa privada, el segundo es un trepa de manual y si te juntas a la tercera, te acabará salpicando algún problema.

Una vez, una persona me dijo que yo era una persona egoísta y me lo demostró mirando hacia atrás, haciendo una lectura global. Podría haber tratado de explicarle porqué había hecho determinadas cosas con tanta recurrencia y probablemente hubiese sido sincero haciéndolo, pero la realidad es que no hubiese sido honesto. La honestidad está en abandonar la coartada, asumir la realidad y trabajar para que el mundo sea mejor, porque me conviene
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