sábado, 26 de mayo de 2012

PREDECIBLEMENTE IRRACIONALES


En Predictably Irrational, Dan Ariely realiza un experimento para comprobar a qué le damos más valor, a lo que tenemos o a lo que no tenemos. Lo que hace es acudir a un grupo de personas que han conseguido unas preciadas entradas para un partido de baloncesto de la universidad de Duke y a otro grupo que no las ha conseguido. A unos les ofrece dinero por sus entradas y a otros les ofrece las entradas y les pide dinero.
¿el resultado?
Los que no tienen entrada están dispuestos a pagar $175 de media y los que la tienen que vender piden de media….¡$2.400!
Uno de los aspectos que afectan a la conclusión de que le damos más valor a lo que tenemos es que al precio del objeto le agregamos la valoración del esfuerzo que nos costó conseguirlo o de la dedicación que le hemos aplicado en el desempeño de su utilidad. Por ejemplo, nos cuesta deshacernos de la casa por todo el trabajo que le hemos dedicado al jardín…

Como aficionado al fútbol, veo como sucede un fenómeno contrario con los jugadores de tu equipo. Permanentemente se está hablando de los jugadores que se deberían de fichar y menospreciando los que se tienen actualmente en la plantilla.
Es frecuente que suceda lo mismo en las empresas. Cuando se produce una vacante, hay una tendencia a pensar que no hay nadie en el equipo preparado para asumir la responsabilidad y, por otro lado, a mitificar el talento que hay “ahí afuera”.

Enlacemos con las conclusiones del estudio de Dan Ariely. El diferencial en la valoración entre lo que tenemos y lo que no se ve afectado por, en este caso, el trabajo dedicado al “objeto”. Sin embargo, si estamos valorando peor a la gente que tenemos ¿podría ser que estuviésemos descontando el valor de un esfuerzo que no hemos puesto?, En otras palabras, ¿podría ser que, por no desarrollar a los equipos, los valorásemos menos?, ¿de quién sería la culpa entonces?
Efectivamente, no le dedicamos tiempo al desarrollo de los equipos. Mejor dicho, a las personas que forman los equipos. No empatizamos para encontrar las palancas de motivación, ni nos preocupamos de desarrollar su visión estratégica, ni les liberamos de la presión de tener que parecer que saben hacer de todo para poder formarse en sus áreas de desarrollo.
No lo hacemos porque requiere un esfuerzo que no nos da rédito inmediato a nosotros, y como no lo hacemos no valoramos el capital –y potencial- humano que tenemos y por eso pensamos que un fichaje de fuera va a venir perfectamente adaptado a la cultura corporativa y va a triunfar a la primera. Pero eso sucede pocas veces, en el fútbol y en la empresa.

Ojo, soy muy partidario de la rotación, pero que sea porque busques el refresco, no como consecuencia de la incapacidad e inacción a la hora de desarrollar la “cantera”.
En definitiva, por egoísmo –porque no percibimos un beneficio inmediato para nosotros- no trabajamos con la gente, como consecuencia de ello, no estamos con el equipo y esto acaba perjudicándonos a nosotros mismos.

Desde aquí, mi máximo apoyo a todos los que quieren crecer y no son ayudados.





PD. Añado mis disculpas a mis equipos por haber llegado tan tarde a esta conclusión, pero que no les quepa duda de que siempre he estado orgulloso de ellos y tremendamente agradecido.

jueves, 17 de mayo de 2012

ÁNGEL SANZ, TE DESAFÍO


Ángel Sanz es el protagonista de mi último post. Un tipo que vive la vida marcándose objetivos, trazando planes de acción, activándolos y logrando sus metas. Así, en plan modus vivendi.
El y yo estamos de acuerdo en que, para el desarrollo de una habilidad, lo importante es entrenarla. Primero fijas el objetivo, estableces las motivaciones y lo visualizas, luego determinas un plan de acción hasta que automatizas la habilidad y finalmente chequeas que vas por el buen camino. Es un esbozo.
Su método personal se basa en la ejecución del plan de acción. Es el factor clave y pone toda su energía en él. Y yo siempre he estado de acuerdo…

Hasta hoy.

Acabo de defender la importancia del plan de acción en una ponencia y en la charla posterior, haciendo autocrítica, me he dado cuenta de la pereza que me dan los planes de acción. Sigo creyendo en su importancia, pero me dan una pereza que te cagas…
De hecho, no tengo consciencia de haber seguido muchos planes de acción últimamente y, sin embargo, si que tengo la sensación de haber cumplido objetivos.

¿qué ha sucedido, pues? ¿acaso he encontrado un atajo?

No se si es un atajo pero ahí va mi desafío, Angel Sanz.

¿podría ser que, si generas la suficiente convicción y motivación en el objetivo, siendo capaz de visualizarlo de forma totalmente comprometida…podría ser que llegases a no necesitar poner tanto esfuerzo en las pequeñas acciones que realizas cada día?
Lo que me pregunto es si, al fijar toda la energía en la visualización del fin, puedes quitarla del plan de acción, dejando éste de suponer un esfuerzo por venir “automatizado de serie”
¿puede ser que, cuando tienes el objetivo tan claro, el plan de acción pase desapercibido?

Desafío tu teoría y te desafío a que me resuelvas esta cuestión, pero que lo hagas sin que te suponga un esfuerzo llevar a cabo el plan de acción. Chúpate esa.

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