En Predictably Irrational, Dan Ariely realiza un experimento
para comprobar a qué le damos más valor, a lo que tenemos o a lo que no
tenemos. Lo que hace es acudir a un grupo de personas que han conseguido unas
preciadas entradas para un partido de baloncesto de la universidad de Duke y a
otro grupo que no las ha conseguido. A unos les ofrece dinero por sus entradas
y a otros les ofrece las entradas y les pide dinero.
¿el resultado?
Los que no tienen entrada están dispuestos a pagar $175 de
media y los que la tienen que vender piden de media….¡$2.400!
Uno de los aspectos que afectan a la conclusión de que le
damos más valor a lo que tenemos es que al precio del objeto le agregamos la valoración del esfuerzo que nos
costó conseguirlo o de la dedicación que
le hemos aplicado en el desempeño de su utilidad. Por ejemplo, nos cuesta
deshacernos de la casa por todo el trabajo que le hemos dedicado al jardín…
Como aficionado al fútbol, veo como sucede un fenómeno
contrario con los jugadores de tu equipo. Permanentemente se está hablando de
los jugadores que se deberían de fichar y menospreciando los que se tienen
actualmente en la plantilla.
Es frecuente que suceda lo mismo en las empresas. Cuando se
produce una vacante, hay una tendencia a pensar que no hay nadie en el equipo
preparado para asumir la responsabilidad y, por otro lado, a mitificar el
talento que hay “ahí afuera”.
Enlacemos con las conclusiones del estudio de Dan Ariely. El
diferencial en la valoración entre lo que tenemos y lo que no se ve afectado
por, en este caso, el trabajo dedicado al “objeto”. Sin embargo, si estamos
valorando peor a la gente que tenemos ¿podría ser que estuviésemos descontando el valor de un esfuerzo que no
hemos puesto?, En otras palabras, ¿podría ser que, por no desarrollar a los equipos, los valorásemos menos?, ¿de quién
sería la culpa entonces?
Efectivamente, no le dedicamos tiempo al desarrollo de los
equipos. Mejor dicho, a las personas que forman los equipos. No empatizamos
para encontrar las palancas de motivación, ni nos preocupamos de desarrollar su
visión estratégica, ni les liberamos de la presión de tener que parecer que
saben hacer de todo para poder formarse en sus áreas de desarrollo.
No lo hacemos porque requiere un esfuerzo que no nos da
rédito inmediato a nosotros, y como no lo hacemos no valoramos el capital –y
potencial- humano que tenemos y por eso pensamos que un fichaje de fuera va a
venir perfectamente adaptado a la cultura corporativa y va a triunfar a la
primera. Pero eso sucede pocas veces,
en el fútbol y en la empresa.
Ojo, soy muy partidario de la rotación, pero que sea porque
busques el refresco, no como consecuencia de la incapacidad e inacción a la
hora de desarrollar la “cantera”.
En definitiva, por egoísmo –porque no percibimos un
beneficio inmediato para nosotros- no trabajamos con la gente, como consecuencia de ello, no
estamos con el equipo y esto acaba perjudicándonos a nosotros mismos.
Desde aquí, mi máximo apoyo a todos los que quieren crecer y
no son ayudados.
PD. Añado mis disculpas a mis equipos por haber llegado tan
tarde a esta conclusión, pero que no les quepa duda de que siempre he estado
orgulloso de ellos y tremendamente agradecido.