Todo aquel que crea, que toma decisiones, que lidera o que
impulsa, todo aquel que abre camino se enfrenta en algún momento a La
Duda.
Según la RAE, la duda es una suspensión del ánimo acerca de un hecho. Es decir, La Duda sucede
cuando el ánimo entra en suspensión con respecto a una determinada actividad.
¿es este el camino bueno? ¿seré capaz de hacerlo así? ¿tendré fuerzas para llegar hasta el final? ¿qué ocurrirá si fallo?
¿y si mis convicciones son erróneas? ¿tendré que desandar lo andado?
Cuando tienes en tus espaldas la carga de abrir el camino y
surge La Duda, se produce un efecto devastador. El empuje desaparece y las
palabras ya no llegan. Aparece la carga de responsabilidad por los que nos
siguen ¿los estamos llevando por un camino equivocado?. Sin ánimo y sin
determinación parece que las cosas no funcionan.
En las últimas fechas he sido víctima de un agotamiento
físico y mental –creo que el segundo, culpa del primero- que me ha hecho caer
en La Duda. Dudo sobre mi modelo de trabajo, dudo sobre mi modelo de
desarrollo, el de relación con las personas y, peor aún, dudo de mi modelo
vital. Este estado de ánimo retroalimenta el cansancio, produce mal humor y te
hace ver el lado más negativo de todo.
Llegado a este punto, he decidido aterrizar por escrito mi
problema, porque al verbalizarlo, el problema pasa por el hemisferio izquierdo
(áreas de Broca y Wernicke) y se racionaliza.
Es entonces cuando me doy cuenta de la naturaleza de La
Duda. Me doy cuenta de que es endémica,
afecta a todos los órdenes de tu vida. ¿puedes estar haciéndolo mal en
todo?. Parece poco probable. Por lo tanto, La Duda es extrínseca a cada aspecto vital.
Es un estado de ánimo que nada tiene que ver con un proyecto concreto, con tu
desarrollo o con cómo te llevas con la gente. La duda es como una enmienda a la
totalidad.
Es bueno dudar de cuestiones específicas, pero La Duda, con
mayúsculas, es un bloqueo general que debe de ser tratado como tal. No debemos
de tratar de enfrentar cada pequeño aspecto en el que se manifiesta, debemos de
atacarla en su generalidad. Es como ser depresivo e intentar justificar la
excusa que tiene a uno deprimido, lo que hay que hacer es afrontar el hecho de
que se es depresivo.
Creo que existe un antídoto. Es un elemento que, cuando
prevalece, no hay cabida para La Duda. Es el elemento en el que se aúnan las
convicciones, las motivaciones, las actitudes y las capacidades.
Se trata de La Pasión.
Cuando le echas Pasión a la vida, impulsas las cosas y las
haces mejor, te haces seguir y aterrizas las ideas en realidades, tu actitud te
hace desarrollarte y contagia a los demás. Cuando La Pasión es mayor que La
Duda, las cosas funcionan. Cuando es al revés, se atascan.
La solución pasa por descansar, física y mentalmente.
Como refleja esta acepción de la duda filosófica, hay que suspender el raciocinio y descansar el consciente,
para que el inconsciente ordene y coordine las ideas.
Hay que entrar en estado de duda filosófica y no en el de “duda
concreta” porque el problema es de actitud, de estado general de ánimo.
Necesito recuperar La Pasión, sin duda…
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