El tiempo es un juez terriblemente cruel.
Cuando se mira hacia atrás se hacen lecturas distintas a las
que se hacen en el día a día. Son lecturas implacables, pero probablemente más
acertadas. Es ahí donde se traza una línea de actuación vital, probablemente la
que dibuja nuestra verdadera personalidad.
Pongamos un ejemplo.
Imaginemos a esa modelo que va saltando de futbolista en
futbolista hasta que engancha a uno en el altar o en el paritorio. La lectura
global es clara.
Podría darse el caso de que hubiese coincidido que todos sus novios –que jugaban al fútbol ganando millonadas- tuviesen una personalidad
cada uno que encajase con lo que buscaba esta chica pero, francamente, parece
poco probable.
El problema está en que estoy seguro de que, si se le
hiciese pasar el detector de mentiras durante cada relación, se demostraría que
la chica está realmente enamorada de cada uno de los jugadores. Sin embargo, está claro que hay un patrón inconsciente.
Si definimos la sinceridad como el acto de no mentir y la honestidad como la búsqueda de la verdad, nuestra modelo está sinceramente enamorada pero siendo honesta, es una buscona…y todo el mundo lo
sabe.
Esta es la clave del asunto; lo que sucede es que el
consciente crea barreras con el inconsciente en forma de argumentaciones
puntuales. Son argumentos que nos forzamos a creer porque es la única forma de
afrontar decisiones que, cuando se agreguen en el largo plazo, conformarán una
imagen de nosotros que no nos va a gustar, una imagen que probablemente los
demás si que vean de forma clara.
Normalmente existe una línea de actuación, una línea clara que
no apetece asumir porque pondría en evidencia con qué estamos realmente
comprometidos. Se trata del compromiso con una serie de valores, se trata de
nuestra línea ética.
Solo la gente con una ética limpia y transparente es capaz
de dar explicaciones coherentes entre sí para todos los movimientos que hace en
su vida. No conozco a muchos.
Por eso, no me valen las explicaciones del enésimo político
X justificando su incorporación a la compañía eléctrica Y, ni las que me da ese
tipo ambicioso para explicar porqué no le quedó más remedio que puentear a su
jefe –por el bien de la Compañía, decía-, ni las de esa persona que siempre
está rodeada de conflictos aunque tenga explicación para cada uno de ellos.
Seamos honestos; el político utilizó su cargo para
prepararse un futuro en la empresa privada, el segundo es un trepa de manual y
si te juntas a la tercera, te acabará salpicando algún problema.
Una vez, una persona me dijo que yo era una persona egoísta y
me lo demostró mirando hacia atrás, haciendo una lectura global. Podría haber tratado de explicarle porqué había hecho determinadas cosas con tanta recurrencia y
probablemente hubiese sido sincero haciéndolo, pero la realidad es que no
hubiese sido honesto. La honestidad está en abandonar la coartada, asumir la
realidad y trabajar para que el mundo sea mejor, porque me conviene
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